Proactividad en el ámbito del diseño

Hay un buen conjunto de "modas sobre el cambio", patrones que se popularizan durante un tiempo, que dicen ofrecer sistemas fiables para establecer objetivos, trazar estrategias y obtener resultados, pero la realidad es que no existe tal gallina de los huevos de oro.

La fórmula que funciona durante un tiempo se acaba desgastando o manifiesta carencias importantes. Empíricamente resulta imposible encontrar un patrón estable para la metodología perfecta.

El problema radica en la misma idea subyacente sobre la perfección y la comodidad. Todos soñamos con que el esfuerzo que hemos realizado hasta ahora en la elaboración de estrategias de trabajo nos sirva en un futuro para ahorrar quebraderos de cabeza... pero las cosas no funcionan así. Y no solo en los procesos de comunicación y diseño, que llevan implícitos una necesidad constante de cambio y renovación, sino en todo el contexto socio-económico actual. El mundo de hoy no es igual al de ayer, y ya estamos cambiando el de mañana. Las reglas del juego se ven modificadas constantemente y en el caso de los que nos dedicamos a esto de la comunicación, esto es doblemente cierto.

La proactividad es la mejor herramienta de regulación que podemos poseer. Una combinación correcta de vigilancia y respuesta a los cambios garantiza un entendimiento del contexto de trabajo y, por lo tanto, la efectividad.

La Segunda Ley de la Termodinámica, que dice que las propiedades de un sistema cerrado se mueven hacia la máxima entropía con el paso del tiempo, nos sirve como paralelismo para prever que los sistemas estáticos pierden su efecto con el paso del tiempo. Si queremos soluciones siempre funcionales y óptimas (o preferiblemente mejores) no podemos esperar que provengan de un sistema rígido y cerrado.

Para realizar un proyecto de comunicación efectiva, debemos ser permeables y utilizar la interacción como constante: interacción con el cliente, con las ideas; interacción con los recursos y las habilidades. Interacción, en suma, con el mundo de lo posible. Y dicha interacción debe estar abierta siempre al cambio y a la experimentación.
Desde luego, estos cambios deben suceder bajo una presión autoinducida, por el propio afán del profesional de obtener un mejor resultado. Necesitamos del permiso (propio y del que nos rodea, sea cliente o colaborador) para intentar algo nuevo y ver que sucede. La inversión, sin duda, revertirá positivamente en la consecución de un objetivo estratégico.

No hay comentarios: